Los siete pecados capitales son una clasificación de los vicios mencionados en las primeras enseñanzas del cristianismo y catolicismo para educar a sus seguidores acerca de la moral cristiana.

La identificación y definición de los siete pecados capitales a través de su historia ha sido un proceso fluido y como es común en muchos aspectos de la religión la idea de lo que cada uno de estos pecados envuelve a evolucionado con el tiempo.
GULA
Este pecado se disfruta mientras se satisface o a menos que sintamos culpabilidad; si hay culpa es muy probable que el glotón sienta también enfado por cometer tal pecado. Es frecuente que la gula se conecte con la ira porque muchos traumas pasados dejan también vacios.
Por otra parte las emociones que acompañan a la gula son: la sensación de muerte, soledad, debilidad, ansiedad y frustración por necesidades pasadas que se han reprimido incluyendo ciertas formas de comportamiento destructivo.
La gula se ha relacionado con otros problemas alimenticios, y quienes lo padecen suelen ser personas con sobrepeso que han estado sometidas por largos periodos de tiempo a épocas destructivas.
AVARICIA
A la avaricia se le considera pecado capital porque a través de la ganancia o tenencia se cometen muchos otros pecados.
Se teme que a menudo se esconda como una virtud o se insinúe bajo el pretexto de ahorrar para el futuro.
La avaricia o codicia es, como la lujuria y la gula, un pecado de exceso.
La avaricia, en la antigüedad, era vista como un vicio en sociedades en las que el ahorro era una virtud. El avaro era el que llevaba el ahorro a situaciones grotescas. No atendía bien ni a sus seres queridos, ni a sí mismo. Lo único que le interesaba era acumular un capital que no se utilizaba para nada.
La avaricia (vista por la Iglesia) aplica sólo a la adquisición de riquezas en particular. Tomás de Aquino escribió que la avaricia es ''un pecado contra Dios, al igual que todos los pecados mortales, en lo que el hombre condena las cosas eternas por las cosas temporales''.
Vivir para acumular millones, caiga quien caiga, no es un buen objetivo. Pero tampoco es un delito, basta con observar cómo crecen las grandes corporaciones.
Nuestra sociedad, incita al derroche, al consumo y al gasto.
Las codicias individuales son frecuentemente calificadas de ser dañinas para la sociedad puesto que sus motivos tienden a despreciar la felicidad de otros: si una persona está a punto de mejorar su riqueza, otra, en consecuencia, la pierde.
Sin embargo, la codicia ha sido más aceptada en la cultura occidental, donde el deseo de acumular riquezas es una parte importante del capitalismo y del consumismo, lo cual no significa que sea algo que se considere bien visto: todo lo contrario.

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