ENVIDIA
¿Qué es lo que anhela el envidioso? En el fondo, no hace más que contemplar el bien como algo inalcanzable. Las cosas son valiosas cuando están en manos de otro. El deseo de despojar, de que el otro no posea lo que tiene está en la raíz del pecado de la envidia. Es un pecado profundamente insolidario que también tortura y maltrata al propio pecador. Podemos aventurar que el envidioso es más desdichado que malo.
El envidioso siembra la idea ante quienes quieran escucharlo de que el otro no merece sus bienes. De esta actitud se desprenden la mentira, la traición, la intriga y el oportunismo.
En la tradición cristiana es definida como “desagrado, pesar, tristeza, que se concibe en el ánimo, del bien ajeno, en cuanto este se mira como perjudicial a nuestros intereses o a nuestra gloria”.
Este pecado propicia la sensación de que uno podría tener todo lo bueno de los otros. Si tú le envidias la mujer al otro, deberías aceptar todo lo que el otro es, quiere, piensa y siente, y por lo tanto dejar de lado todas las cosas que tú quieres, piensas, sientes . Tendrías que convertirte en el otro, algo que nadie está dispuesto a hacer. Porque todo el mundo quiere ser; tener las ventajas del otro, pero a partir de la propia concepción de uno.
La envidia por lo bello está vinculada con el concepto de belleza que ha manejado el hombre a lo largo de la historia. Las esculturas y grabados prehistóricos nos muestran figuras femeninas voluminosas, incluso deformes, que reflejan el interés por la fertilidad. Los cánones de belleza griegos no toleraban ni la grasa ni los senos voluminosos. Era necesario cultivar el cuerpo para conseguir la perfección estética que consistía en, además de tener senos pequeños y fuertes, poseer un cuello fino y esbelto y los hombros proporcionados. Los griegos difundieron por Europa gran cantidad de productos de belleza, de fórmulas de cosmética, así como el culto al cuerpo y los baños; en resumen, el concepto de la estética. Actualmente, a la eterna necesidad de belleza en el mundo femenino se han unido la ciencia y un nuevo sistema de vida en el que es imposible separar la actividad diaria del aspecto personal.
Los medios de comunicación en la actualidad tienen mucho que ver con la motorización de la envidia. No hay programa de televisión o revista de actualidad donde no se nos enrostre la felicidad de una pareja mediática, las vacaciones caribeñas de incipientes modelos o el nuevo piso de la estrella de turno.
En esta sociedad lo primero que hay que lograr es crearse la fama de que eres algo, sin necesariamente serlo. La creencia de los demás de que el otro es exitoso es lo que fomenta una cadena de errores, y de envidias añadidas.
SOBERBIA
De los siete pecados capitales que estableció la cristiandad, la soberbia fue definida por la tradición teológica y religiosa como el peor de todos.
El escritor italiano Dante Alighieri llamó al pecado de la soberbia el "Jefe de todos los pecados", el pecado del propio Satanás. El pecado de la soberbia fue condenado en la Biblia y por el filósofo Sócrates, mientras que los romanos y los vikingos hicieron de él su mayor virtud.
La soberbia es el deseo desordenado de excelencia propia. A ella se opone la virtud de la Humildad. El humilde, obedece a Dios, busca su gloria y lo alaba.
El soberbio lo es en primer lugar frente a Dios, luego se muestra soberbio ante los demás. Y al exigir que los demás reconozcan su superioridad, incurre en vanidad. Y así se hace dependiente, pasando de señor a esclavo y dependiente del ajeno reconocimiento.
El arquetipo (modelo primero y principal) de la soberbia es el Ángel malo cuya rebeldía ante Dios se expresa con la frase: "Non serviam" ("No te serviré".) La soberbia se manifiesta como desobediencia a Dios. Por lo tanto, en todo pecado, por desobediencia a uno o varios mandamientos que manifiestan la voluntad de Dios, hay soberbia, desobediencia.
La soberbia no es sólo un mal individual sino también social, cultural y colectivo: adquiere formas de civilización y de cultura. Históricamente, la Ilustración racionalista dio lugar a la civilización soberbia y formó un tipo de hombre que, olvidado de Dios, sólo confía en el propio saber y querer.
Como el soberbio no quiere deber nada a nadie sino sólo a sí mismo y a su propio esfuerzo, es radicalmente malagradecido. Así que rechaza lo gratuito, el don ajeno; y por eso rechaza la gracia. Quiere salvarse a sí mismo, no por Cristo. Por eso, una forma sutil de la soberbia es poner la salvación en la propia justicia que viene de las obras.
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